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California, la zona cero de la crisis climática

October 9, 2020
Incendios, inundaciones y un terremoto en el horizonte: pocas regiones del mundo son tan vulnerables como la república californiana

No parece conveniente vivir en California. Los científicos del clima, los geólogos, los gestores del agua y de los bosques anticipan un futuro apocalíptico. Este 2020 se ha batido el récord de superficie quemada, una extensión de más de 6.000 kilómetros cuadrados, una provincia de Girona arrasada por el fuego.

El valle Central, la gran despensa agrícola de Estados Unidos, está previsto que quede sumergido por una inundación en los próximos años. Las pérdidas humanas y económicas de esta catástrofe triplicarán a las que pueda causar el Big One, el gran terremoto que abrirá la falla de San Andrés, la espina dorsal que recorre el estado de norte a sur. Mientras los edificios se construyen a prueba de terremotos y en cada casa hay un equipo de socorro para cuando la tierra tiemble, nadie parece preparado para soportar los incendios y, aún menos, las inundaciones.

La crisis climática agrava las extravagancias de un clima históricamente muy adverso. Pocas regiones del mundo están tan expuestas como California al aumento global de la temperatura.


14.000 rayos en apenas 72 horas provocaron más de 900 incendios forestales en agosto


Este mes de agosto cayeron 14.000 rayos en apenas 72 horas. Fueron tormentas eléctricas con muy poca agua que provocaron más de 900 incendios forestales. Hacía tanto calor que el agua de las borrascas se evaporaba antes de llegar al suelo.

“El norte del estado estaba bajo una intensa ola de calor –recuerda Daniel Swain, climatólogo de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA)-. La humedad generada por los restos de un frente tormentoso en la costa mexicana del Pacífico desestabilizó la atmósfera en la bahía de San Francisco, lo que a su vez provocó los rayos”.

“Un fenómeno tan intenso no se había visto en muchas décadas”, asegura Swain, y es que los rayos aumentan un 12% por cada grado Celsius de más en la temperatura media. Este grado extra ya casi se ha alcanzado después de que entre 2014 y 2018, en cada uno de estos cinco años, California batiera el récord de temperatura.

 

Ocaso en la playa de Venice, cerca de Los Ángeles, durante la última ola de calor, a principios del pasado septiembre (MARIO TAMA / AFP)

Este 2020 seguramente volverá a ser de récord. El día 17 del pasado agosto, en el valle de la Muerte se alcanzaron los 54 grados científicos, seguramente la temperatura más alta que se ha habido nunca en el planeta.

A más calor, más sequía e incendios forestales más frecuentes y virulentos. Las lluvias en otoño han descendido un 30% desde 1980 y California sufrió entre el 2011 y el 2017 la peor sequía de su historia. Durante este periodo murieron unos 150 millones de árboles en Sierra Nevada, la gran cordillera en el norte del estado.


Cinco de los fuegos más grandes registrados en California han ardido al mismo tiempo este pasado mes de septiembre


Antes del 2003, los incendios eran poco frecuentes. Desde entonce, sin embargo, se han producido 17 de los 20 más graves que han podido ser documentados. Es más, cinco de estos 17 han ardido al mismo tiempo durante este pasado mes de septiembre.

“El número de días con riesgo alto de incendios se ha duplicado desde 1980 -cuenta Swain- y si no se revierte el calentamiento global, los incendios de cada otoño serán más frecuentes y virulentos”.

Incendio en la urbanización Berryessa Estates, en el valle de Napa, al norte de San Francisco, este pasado agosto. (Noah Berger / AP)

“Si el calentamiento global ha disparado un 80% el riesgo de incendios en todo el mundo, en California es el 300%”, asegura Noel Diffenbaugh, climatólogo de la universidad de Stanford.

“La temporada de incendios en California solía arrancar ahora en octubre -añade-. Los vientos fuertes y secos del valle de Santa Ana sobre unos bosques muy densos y una la vegetación agostada después del verano pueden quemar muchas hectáreas a partir de una chispa. Ahora, los bosques empiezan a arder en primavera y lo hacen con facilidad porque les sobra combustible y no tienen la humedad que deberían tener.”

“La temporada de incendios arrancaba en octubre pero ahora lo hace en primavera”

NOEL DIFFENBAUGH, CLIMATÓLOGO DE STANFORD

El 95% de los incendios los provoca el hombre, ya sea por accidente o negligencia, recuerda Swain. Las líneas de alta tensión han sido el origen de algunos de los fuegos más devastadores de California como el de Paradise en noviembre del 2018. Murieron 85 personas y más de 11.000 casas fueron destruidas.

Daniel Swain considera que “hay muchas maneras de iniciar un fuego, pero la crisis climática cambia la morfología de un incendio sin importar cómo se ha creado, y esto es lo que más debería preocuparnos”.

“El calentamiento global -según los cálculos de Diffenbaugh– dispara las condiciones sobre el terreno para provocar un incendio cuando salta una chispa o hay vientos fuertes”. “Tenemos las pruebas”, enfatiza.

Tormenta eléctrica sobre la bahía de San Francisco, el pasado agosto. En apenas 72 horas cayeron unos 14.000 rayos (Noah Berger / AP)

La población de Paradise se levantaba sobre una chimenea geológica que nadie tuvo en cuenta. Las casas se construyeron “en plena naturaleza” sin un estudio previo sobre su viabilidad en caso de una catástrofe natural. Cuando el fuego prendió en el bosque, demasiado denso y demasiado sucio, unas 27.000 personas quedaron atrapadas en la caldera.

Los vientos que generan estos megafuegos son tan fuertes que provocan tornados. Este año, por primera vez, el Servicio Nacional de Meteorología ha emitido una alerta por tornados vinculados a incendios en California.

Al mismo tiempo, estos incendios tan fuertes ayudan a la formación de nubes llamadas pirocumulonimbus, que dan lugar a tormentas que llevan agua pero también rayos capaces de provocar nuevos incendios a decenas de kilómetros de distancia. Ocurrió en Australia a principios de año y de nuevo este verano en California.

Los cuerpos de bomberos forestales no tienen las herramientas ni el personal necesario para luchar contra estos fuegos. En California se han utilizado aviones de transporte Hércules C-130 y helicópteros Black Hawk propios de campañas militares, pero no es suficiente.

Un DC-10 reconvertido en avión antiincendios trabaja sobre un fuego en el condado de Shasta, California, el pasado 27 de septiembre (Go Nakamura / Bloomberg L.P. Limited Partnership)

“Necesitamos drones de vigilancia y modelos computacionales para confeccionar mapas de riesgo”, señala Anthony LeRoy Westerlin, experto en bosques de la Universidad de California Merced. “También necesitamos limpiar los bosques, reducir de manera drástica la masa forestal, pero esto ahora es muy difícil y muy caro después de un siglo de no hacer nada”.

La densidad de los bosques californianos, antes de la colonización anglosajona de mediados del siglo XIX, era de 64 árboles por acre (250 acres son aproximadamente un kilómetro cuadrado). Hoy, fruto de la explotación forestal, esta densidad es de 160 árboles por acre.

Cuando se produce un fuego, si se actúa rápido, se puede apagar, pero esto es cada vez más difícil por las condiciones climáticas. Los bomberos se esfuerzan por frenar su avance y llevarlo en una dirección concreta.

Le Roy Westerling también propone que algunos de estos incendios no se apaguen, sobre todo, si no hay peligro para la población. Dejarlos arder de manera controlada ayudaría a esponjar los bosques, hacerlos más pequeños y menos peligrosos.


El incendio LNU Lighting Complex ha quemado este año 1.500 kilómetros cuadrados, quince Barcelonas


El fuego de LNU Lignting Complex ha quemado este año 1.500 kilómetros cuadrados (quince Barcelonas) y el de North Complex 1.133 (once Barcelonas).

La última semana de septiembre arrancó un incendio en Santa Rosa, Sonoma y el valle de Napa, la principal región vitivinícola de California, al norte de San Francisco, que ya ha quemado 600 kilómetros cuadrados y ha arruinado numerosas bodegas.

La vendimia ya iba a ser muy complicada después de un año muy seco y caluroso. Las vides, además, habían soportado condiciones atmosféricas muy malas a causa del humo de los incendios cercanos. Ahora la cosecha se da prácticamente por perdida. Ya sucedió algo parecido en 2017. Entonces, el fuego causó 9.000 millones de dólares en pérdidas.

Sobrevivir a un incendio pero perder la casa es lo que les ha pasado a las familias que viven en estas caravanas junto a sus antiguas propiedades en Paradise, arrasadas por el fuego en el 2018 REUTERS/Saif Tawfeeq

Las casi nueve millones de personas que viven entre la bahía de San Francisco y Sacramento, la capital de California, están aprendiendo a marchas forzadas a vivir con el fuego y sus consecuencias.

Los informativos de la radio y la televisión avisan constantemente de la evolución de los incendios y la calidad del aire. Cuando es muy mala, y esto sucede cada vez con más frecuencia, como a finales de septiembre en Napa, se levanta determinadas restricciones impuestas para combatir la Covid-19 como la prohibición de reunirse grupos en espacios cerrados. Las condiciones en el exterior a causa del humo suponen un riesgo para la salud mucho más grave que el virus. Los centros sanitarios levantados para atender a víctimas de la Covid-19 también acogen a los damnificados por el fuego.


Las autoridades recomiendan que en cada casa haya una habitación blindada para impedir la entrada de humo


La Agencia de Protección Medioambiental recomienda que en cada casa haya, al menos, una habitación blindada, en la que no pueda entrar el humo de un incendio. Debe contar con puertas y ventanas herméticas y un sistema de purificación del aire, máquinas que ahora se venden tanto o más que las de aire acondicionado.

Incendio en Calistoga, el pasado día 1, cuando California superó el triste récord de superficie quemada en un año: más de 6.000 kilómetros cuadrados (JOSH EDELSON / AFP)

Mientras los californianos aprenden a convivir con las sequías y los fuegos, todavía han de aprender a hacerlo también con las inundaciones. Hemos visto mansiones enteras bajar en Malibú hasta el océano por acantilados que no han resistido la fuerza de las borrascas y hemos visto, esta primavera y este verano, cómo el Pacífico anegaba varias veces las tierras bajas de San Diego.

Estas desgracias, sin embargo, son solo una muestra de la erosión de la costa y de la gran inundación que los climatólogos están seguros que anegará el valle Central en los próximos años.


El valle Central, huerta de EE.UU., se inundará en las próximas décadas


El valle Central es la huerta de Estados Unidos, el paraíso soleado que identifica a California. Es una de las regiones fértiles y atemperadas más grandes el mundo, entre Sierra Nevada y las cordilleras litorales. Es como una gran bañera, con una superficie similar a la de Aragón (46.538 kilómetros cuadrados ). El desagüe es la bahía de San Francisco.

Esta tierra produce el 25% de los alimentos que consumen los estadounidenses, desde frutas, verduras y hortalizas a leche y carne. Viven 6,5 millones de personas y cuatro millones de cabezas de ganado. En 1862, después de 45 días de lluvia ininterrumpida, quedó sumergido bajo cinco metros de agua.

El temporal ha arrasado la costa junto a la que se levanta esta casa en Malibú (John T. Barr)

Estas inundaciones son cíclicas. Hasta ahora han ocurrido cada cien o doscientos años. La crisis climática, sin embargo, crea las condiciones para que la próxima ocurra en los próximos 30 o 40 años.

“Las temperaturas más altas durante el invierno convertirán en lluvia lo que hoy es nieve”, asegura Xingying Huang, climatólogo de UCLA. “Hasta ahora, el deshielo de primavera y principios de verano llena los pantanos de manera paulatina y es más fácil controlar el nivel de las reservas. Si en lugar de nevar llueve, los pantanos se desbordarán en invierno y les faltará agua en verano”.

Xingying ha dirigido un estudio que coloca en 2070, a más tardar, el año en que el sistema hidrológico, las presas y los canales que riegan el valle Central y llevan el agua desde el norte húmedo al sur seco de California, quedará desbordado.

Para entonces es muy probable, según otro estudio del Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad de UCLA, que el valle Central ya se haya inundado. Si antes este fenómeno ocurría cada dos siglos como mucho, ahora pasará cada 65 años. La posibilidad de que California sufra una gran inundación se ha triplicado.


Cada año cruzan California una decena de ríos atmosféricos que llevan tanta agua como 25 Mississippis


California se encuentra bajo uno de los corredores que llevan la humedad de los trópicos hacia el polo Norte. Cada año la cruzan una decena de ríos atmosféricos, corrientes de transportan el agua que se evapora en la zona tropical del Pacífico. Cuanto más sube la temperatura, más aumenta el caudal de estos ríos atmosféricos. Los más grandes llevan tanta agua como 25 Misissippis. Un par de ellos sobrevuelan California cada a año a una altura de unos 1.600 metros.

El Servicio Geológico de Estados Unidos considera que una inundación masiva es tan inevitable como un gran terremoto. El valle Central y la región de Los Ángeles quedarán bajo el agua. Se salvaría Hollywood pero no Disneylandia.

Con apenas 25 días de lluvia continuada, algo probable si los ríos atmosféricos siguen creciendo, el Servicio Geológico pronostica la inundación del valle Central y unas pérdidas de 750.000 millones de dólares.

La presa de Oroville, en el norte de California, libera agua para evitar romperse durante las fuertes lluvias del invierno del 2017 (San Francisco Chronicle/Hearst N / Getty)

Esta cantidad casi triplica los 200.000 millones de dólares en daños que se calcula que causaría el Big One, un terremoto de escala 9 en la falla de San Andrés. El huracán Katrina que en el 2005 devastó una amplia región entre Tennessee y Lousiana causó 166.000 millones de dólares en daños. Los destrozos del Harvey , que en 2017 azotó Houston, se calcularon en 150.000.

Un anticipo de lo que está por llegar se pudo ver en febrero de 2017, cuando la presa Oroville, en el norte de California, a punto estuvo de romperse. El riesgo fue tan grande que las autoridades ordenaron la evacuación de casi 200.000 personas. Las carreteras no pudieron absorber el volumen de tráfico. Estuvieron colapsadas durante más de ocho horas. Si la presa hubiera reventado, la avalancha se hubiera llevado a miles de personas atrapadas en sus vehículos.

La California contemporánea es fruto de la fiebre del oro, de los europeos que la colonizaron a mediados del siglo XIX. Este espíritu pionero se mantiene en el adn de los californianos. Hasta ahora siempre han reconstruido después de un desastre natural.


El escritor Mark Arax, superviviente durante 50 años de sequías, incendios, inundaciones y terremotos, es pesimista sobre el futuro de California


El escritor Mark A rax es uno de ellos. Hace unas semanas recordaba en The New York Times como su abuelo, superviviente del genocidio Armenio, pudo escoger entre instalarse en París y estudiar en la Sorbone o irse a Fresno (California) y cultivar la tierra. Escogió fresno y desde entonces allí sigue su familia. “He vivido en el centro de California durante más de 50 años -escribe Arax-. He visto la tierra a mi alrededor soportar cuatro largas sequías, cinco grandes inundaciones, media docena de terremotos de al menos siete grados y tres de los incendios más mortíferos de la historia de Estados Unidos”.

Ahora, sin embargo, cree que puede ser demasiado tarde para sobrevivir a la próxima calamidad. Su último libro, publicado el año pasado, es premonitorio. Se titula: La tierra una vez soñada.

Acabar diciendo que el sueño de California se puede convertir en una pesadilla es demasiado fácil, pero qué duda cabe que el clima en el siglo XXI no va a ser tan amable con esta parte del mundo como lo ha sido hasta ahora.